Hace algunos años escuche la leyenda de que en una región cercana a la costa veracruzana se erigió una pequeña ciudad prehispánica que además de ser enigmática e inspiradora gozaba de un curioso parecido con una de las maravillas del mundo: Machu Picchu.
En el municipio de Actopan, Veracruz, sobre la Carretera Federal 180 Cardel-Nautla (también conocida como la costera) se encuentra la ciudad prehispánica de Quiahuixtlan, que en lengua Náhuatl significa “Lugar de Lluvia”, en lo alto del Cerro de los Metates con una estupenda vista a la costa de la Villa Rica.
Es esta ubicación la que otorga a Quiahuixtlan el mote de “El Pequeño Machu Picchu”. Aun en estos días poco conocida, esta ciudad prehispánica tuvo diversos roles dentro de la Cultura Totonaca, el principal sin duda fue el de cementerio, prueba de ello son las 34 tumbas (Teocallis) ubicadas a lo largo de su explanada, además; sirvió también como fortaleza, punto clave desde el cual los totonacos pudieron presenciar el arribo de las naves de Hernán Cortes .
Al visitar esta peculiar zona prehispánica he podido admirar la hermosa vista de la costa a lo lejos mientras permanezco al lado de los Teocallis como un pequeño guardián de aquellas almas totonacas, con el Cerro de los Metates encumbrándose es imposible no sentir la magia que rodea este lugar, uno podría jurar que algún antiguo arquitecto inca realizo un viaje astral hasta esta latitud para trazar Quiahuixtlan, el pequeño Machu Picchu Mexicano.
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